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Foto: Octavian Rosca.
La reconfiguración del orden social es uno de los temas de discusión más latentes cuando tenemos que pensar el futuro. Los estudios recientes, más que avalar las expectativas y logros del progreso, han servido para diagnosticar y comprender las decepciones. Pensar el futuro implica darle atención a las maneras en que le damos sentido a las circunstancias del presente. Desde la mirada atenta podemos abrir nuevos campos para debatir sobre la actualidad en lo que respecta nuestras nociones de lo que entendemos por el mañana.
Los occidentales orbitamos en la idea ostentosa del fin de las cosas. Hay varias formas de abordar el estudio de la temporalidad, su implicación en nuestra concepción de cómo marcha el universo en relación a sus causas y efectos, que en resumidas cuentas es la teleología, el estudio de los fines. La civilización occidental, en un comienzo abordaba sus estudios desde los procesos cíclicos y en función de sus formas de gobierno; el tiempo histórico, la primera forma de explicarlo, se basó en clasificar los sucesos en periodos malos y periodos buenos. Otra forma de visión de la temporalidad es la escatología judeo-cristiana, aquella que habla de un principio y un fin, donde la pregunta ontológica occidental se concentra en el cuándo y el cómo llegará ese fin, ya que no hay forma de evitarlo.
Ambas posturas, tanto la cíclica como escatológica son dogmáticas. Nos fascina de forma exagerada cómo en grandes dimensiones se nos proyecta el fin, dentro de nuestras vidas cotidianas o el destino inevitable de los colectivos. Esa repetición de nuestras expectativas sobre el tiempo ha despertado una serie de reflexiones desde la antropología, ya estableciendo como puntos de encuentro el accionar de los hombres y mujeres en su contexto y cómo se articulan en la idea del futuro, a veces palpable y en otras abstracta, considerando que las acciones temporales definen a los individuos y el avance impreciso de la cosas, los hechos causales. La inquietud se despierta en la interrogante sobre qué direcciones toman dichas cosas, cuáles son sus consecuencias.
¿Cómo establecer entonces una relación entre la temporalidad, la acción y el pensar el futuro? ¿Cómo desde las ciencias sociales se pueden confrontar la idea de lo esperado y aquello que puede hacerse dentro de un panorama de pandemia? Superar nuestra noción del tiempo lineal quizá sirva como paso crucial para esclarecer formas más viables de construir el futuro. Herramientas para repensar nuestras acciones en donde los fines sugieran nuevos principios posibles, donde puedan entrar las reivindicaciones y diferencias que aboguen por un futuro inclusivo que permita acortar las distancias.