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Categorías: Acción política

Significando el futuro: 3 tips y dos guías para escapar la tiranía de los posible y desbloquear la imaginación cívica

Por María Luisa Campos y Juan Carderera

Foto principal y crédito: Resonalia.

“De las tiranías todas, la más odiosa me es, amigo Maeztu, la de las ideas”

Miguel de Unamuno

Imaginar nos hace human*s. Cada utopía o distopía que pensamos manifiesta el poder de nuestra mente de proyectarse hacia futuros posibles. La manera  cómo nos posicionamos ante estos horizontes de posibilidad y las acciones que tomamos para conseguirlos o evitarlos termina definiendo que tanto nos acercamos o alejamos de cada triunfo y cada derrota. 

Vivimos en un mundo dónde constantemente nuestra imaginación está invitada a servir como vehículo para imaginar todas las maneras posibles en que el mundo tal y como lo conocemos puede desaparecer. Ya sea en discursos políticos o en películas de hollywood, estamos sujet*s a visiones apocalípticas que nos muestran un sinfín de narrativas en dónde pareciera que estamos destinad*s a ser víctimas de nuestras circunstancias. Mucho más escasas son las invitaciones a pensarnos como sujet*s y sociedades capaces de decidir individual y colectivamente la manera en que se resolverán los dramas de la condición humana. Por cada mil apocalipsis, una utopía, por cada utopía, mil maneras en que puede salir mal. Vivimos la más terrible de las tiranías, la que Juan Pablo II llamó con lacónica precisión la tiranía de lo posible. 

Pero primero, hablemos de la imaginación y démosle un poco de peso conceptual para que no se nos vaya a esfumar en el aire. La RAE, tiene como primera acepción de imaginación  como la “Facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales o ideales.” Vamos bien, pero lo que nosotr*s estamos buscando es acercarnos a una imaginación particular, aquella destinada a ver maneras de ver la realidad social y como esta está mediada también por el género y la clase. Para esto hacemos uso de los conceptos propuestos por el antropólogo y activista David Graeber, el Estudioso de la comnicación Henry Jenkins y Sandra Harding Doctora en Filosofía y Feminista estadounidense. 

Graeber acuñó el término “Imaginación inmanente”, usándolo para referirse a la capacidad de imaginar y producir nuevas formas de ser sociales y políticas. Jenkins habla de “Imaginación cívica” como  la capacidad de imaginar alternativas a las actuales condiciones culturales, sociales, políticas o económicas. Sandra Harding ha contribuido al desarrollo de la “Teoría del punto de vista”, siendo una de las fundadoras del campo de la Epistemología Feminista, así como a los Estudios de ciencia, tecnología y género. 

Hicimos esta “listicle” para invitar a nuestr*s lectores a reflexionar en torno a las condiciones históricas y socioculturales y de género que pueden poner un techo a nuestra capacidad de imaginar temerariamente.

Foto: Resonalia.

1. El pasado y las visiones que tenemos del mismo.

Una cosa es lo que pasó y otra muy distinta la historia que nos hacemos de lo pasado. Sin embargo, en la práctica resulta muy difícil separar una de la otra. En realidad toda reconstrucción del pasado se hace desde el presente y con una intención, y esto lo tenemos que tener muy en cuenta para poder tener una visión crítica de la historia. Pongamos, por ejemplo, el nacimiento de la democracia. Se nos dice, que fué en grecia la cuna de la “civilización occidental” y que si no fuera por estos, no tendríamos la dicha de presentarnos en comicios electorales cada cierto tiempo y dar a escuchar nuestra voz, por mucho o poco que pensemos que sirva para realmente cambiar las cosas. Ya resulta una verdad de perogrullo señalar que esta democracia no era tan democracia pues participaban en ella solo los hombres libres excluyendo a las mujeres y esclavos, pero lo que no resulta tan fácil de definir es cómo y de qué manera el hecho de que efectivamente tracemos el origen de nuestra vida política a un régimen de estas características afecta la manera en que pensamos que opera y debería operar la política. Podemos señalar además que la idea de que solo a este grupo de personas se le ocurrió esta grandiosa idea es un poco risible. Después de todo, la humanidad cuenta con más o menos doscientos mil años de historia y múltiples sociedades han encontrado maneras de tomar en cuenta la voz de sus habitantes a la hora de decidir el destino de las mismas. En definitiva, lo que queremos señalar es que no debemos perder de vista en primer lugar que el peso de lo que ha pasado y la historia que nos hacemos al respecto impacta la manera en que vivimos el presente y perfilamos el futuro.

2. Mitos fundacionales de la humanidad.

En contraste con los griegos y su visión de la humanidad que les permitía tener esclavos, la mayoría de nosotros tributamos de el pensamiento de Thomas Hobbes  y Jean Jacques Rousseau los cuales postularon que los seres humanos individuales poseen derechos naturales e inalienables y que la organización social está anclada sobre un contrato social entre individuos que busca no atentar contra los derechos naturales de cada ser humano. Sin embargo, estos dos autores discrepan en cuanto a la naturaleza humana, la naturaleza de este contrato social y defienden diferentes concepciones del Estado. El punto crucial aquí son los mitos que cada uno de ellos generó para defender su posición. Si te preguntaran a ti si el ser humano es bueno o malo por naturaleza, si busca imponerse sobre lo demás o colaborar, o si en ausencia de instituciones regresamos a un paraíso o a un infierno ¿qué dirías?. Cualquiera que sea tu respuesta sin quererlo o no estarías bebiendo de las aguas del pensamiento de alguno de estos dos y tomando bando en un debate que no necesariamente sabías que existía entre ambas posiciones. Pero, y si en realidad  preguntarnos si la humanidad es buena o mala por naturaleza es un sin sentido, o tiene tanto sentido como preguntarse si es gorda o flaca por naturaleza, y que la verdadera respuesta es un depende que nos invita hacernos preguntar más interesantes y que abandonando este debate de siglos nos abrimos a la posibilidad de responder esta pregunta sin tener que referirnos a fantasías sobre cómo eran las cosas en un pasado imaginario. 

Para usar las palabras de David Graeber,  las visiones del pasado que nos ofrecen la visión “Roussoniana” o “Hobbesiana” 1. Simplemente no son ciertas 2. Tienen graves implicaciones políticas 3. Hacen que el pasado sea innecesariamente aburrido. 

Dejaríamos de decir cosas como “lo que pasa es que la gente es X por naturaleza y por eso…” o de explicar el dónde estamos y a dónde vamos única y exclusivamente por la idea que nos hemos hecho de  una civilización mediterránea, de cómo vivían los seres humanos en el paleolítico. 

3. Traumas Colectivos.

Muchas de estas historias que nos hacemos son en algún grado una reacción colectiva a un evento o serie de eventos traumáticos. El psicólogo político y social Gilad Hirschberger  define el trauma colectivo como “las reacciones psicológicas ante un evento traumático que afectan a toda una sociedad; no refleja simplemente un hecho histórico y  el recuerdo de un evento terrible que le sucedió a un grupo de personas sino que la tragedia está representada en la memoria colectiva del grupo y, como todas las formas de memoria, comprende no sólo una reproducción de los eventos, sino también una reconstrucción continua del trauma en un intento de darle sentido. Sea un golpe de estado, una masacre o incluso un proceso hiperinflacionario cada trauma social no tratado  da el espacio para generar ciclos de violencia. Es muy fácil invitar a olvidar y dejar en el pasado el horror de una experiencia, pero cuando ignoramos el impacto de un trauma, la energía queda atrapada en nuestro cuerpo social. Nos hace convertirnos en sociedades hiperactivas que buscan dejar atrás un pasado o entumecidas incapaces de dejarlo atrás, o  incluso alternando entre los dos extremos. Cómo individuos y como sociedad tenemos que estar vigilantes y sacar a la plaza pública la manera en que todas y todos le damos sentido a lo que nos sucedió de lo contrario discursos que buscan sanar la herida con la culpa (por ejemplo, “todo fue culpa mía/nuestra” o “me las va/van a pagar”) corroen nuestra imaginación, limitando nuestra capacidad de ponernos en los pies del otro y con el tiempo, las reacciones normales al trauma que experimentamos como individuos y como sociedades se transforman en algo más siniestro: ciclos de violencia. Cada bomba, cada bala, cada piedra en última instancia busca cerrar el horizonte de lo posible, acercándonos a un futuro en que lo único que queda es el dolor que impulsó a bombardear, disparar y lanzar. 

Un horizonte de posibilidad: La mirada de les excluides. 

¿Qué hacer ante las limitaciones que nos imponen los traumas, los mitos y el pasado? Más que -aunque sea necesario- encontrar maneras de deconstruir las prácticas y los discursos que nos imposibilitan pensar futuros alternativos necesitamos hallar los asideros teóricos y prácticos que nos faciliten la conceptualización y construcción de un nuevo mundo. 

Desde Resonalia partimos de las premisas epistemológicas de la teoría del punto de vista desarrollado desde el feminismo por autoras como Sandra Harding, Patricia Hills Collins y Doroty Smith entre otras.  Gestada en las décadas de 1970 y 1980 sirvió como la columna vertebral epistemológica de los estudios de la mujer. Aunque es un cuerpo diverso de posturas, dos puntos pueden sintetizar su contenido (1) El conocimiento está socialmente situado y (2) Los grupos marginalizados están socialmente situadas en una posición que facilita la crítica e impugnación del orden social. En resumidas cuentas, una desventaja social otorga una ventaja epistemológica. 

En este sentido, las personas, alteridades y comunidades que históricamente han sido marginadas, ignoradas y rechazadas por  una sociedad violenta y patriarcal, tienen una ventaja al momento de impugnar y crear conceptos, prácticas e incluso tecnologías alternativas a los modelos preponderantes y sostenidos en el privilegio de los violentos, estas alternativas son esenciales pues permiten la comprensión y transformación  de las sociedad que las ha  excluido en primer lugar. Creamos alternativas porque tenemos una mejor compresión del sistema y porque hacemos carne  la urgencia de las alternativas a él, movilizándonos organizadamente para transformar esas estructuras sociales opresivas a través de estrategias políticas y afectivas como la sororidad. 

En Resonalia trabajamos por cerrar la brecha imaginativa que existe existe entre hombres y mujeres, entre nosotr*s y los otr*entre el presente y el futuro de nuestros territorios. Trabajamos porque esa ventana desde la cuál las mujeres y los excluidos miramos el horizonte del futuro, se haga cada vez más amplia y real. 

Si quieres soltar tu imaginación, te invitamos a descargar los siguientes recursos que hemos elaborado para personas y organizaciones sociales y comunitarias: 

Juan Carderera

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