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Foto: Johannes Eisele.
La pandemia como realidad común para todos nos ha puesto en el reacomodo forzado de nuestras vidas. Es complejo aceptar que dicha situación ha cambiado de maneras radicales muchos aspectos de lo cotidiano y las formas que tenemos de conectarnos con el entorno y los otros.
La situación actual afecta directamente en el desarrollo de las economías personales y creativas que de manera irreductible dan sentido a la vida. La pandemia y sus circunstancias han establecido términos imperativos que obligan a buscar alternativas para pensar nuestro cuerpo y cómo construir en función de él.
Las nociones que tenemos sobre la pandemia contrastan con el escepticismo y las dificultades de proyectar un porvenir distinto y mejor, así como las situaciones derivadas de la misma: el quedarse en casa, el distanciamiento social, la incertidumbre como costumbre, el miedo suspendido al contagio, rasgos donde quedan solapadas las opciones del resguardo y la búsqueda inconsciente de mantenernos distraídos con cualquier cosa.
Muchos han visto la pandemia, o en este caso el encierro, como una situación de la cual sacar provecho para propugnar el encuentro interior. No obstante esa forma de asimilar el encierro raya en un romanticismo que no puede ocultar que dicha oportunidad se trata más de un privilegio particular. La disociación es general, pero dicho encierro es selectivo, por lo que la exposición del cuerpo también hay que plantearla de manera relativa.
En suma la distancia como dimensión analítica presenta sus bemoles ya que resulta imposible sobrellevar las situaciones actuales con pretensiones objetivas. ¿Pero entonces de qué forma podemos capacitar nuestro cuerpo para asimilar los cambios? ¿Cómo desde nuestra experiencia corporal logramos conducirnos y sobrellevar este proceso de una manera más llevadera?
Idear nuevas formas de creación desde el cuerpo nos abre amplias maneras de proponer tópicos desde las distancias. Las ideas nuevas, en palabras de Audre Lorde, no existen, pero siempre hay nuevas formas de hacerlas sentidas. El cuerpo como receptor absorbe y somatiza todo lo que recibe, por lo que el hallazgo que podemos encontrar está en el cómo nuestro cuerpo desde los estímulos que recibe puede volverse un canal de creación y habitar en el mundo.