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Lic. María Luisa Campos – Hoy sumamos la voz de Val a la discusión. La necesidad de ciudades más amables para todxs, especialmente para las infancias, es una emergencia que la pandemia nos ha tirado en la cara.
Si bien la emergencia humanitaria compleja y la pandemia COVID-19 impactan a toda la población, numerosos estudios 1,2 indican que las mujeres y niñas son las más afectadas durante las crisis por la carga desigual de trabajo que deben realizar dentro del hogar. Estas cargas de trabajo asociadas al mantenimiento del hogar y al cuidado de diferentes miembros del núcleo familiar, son elemento de análisis que las feministas latinoamericanas y del mundo consideramos importante incluir en cualquier propuesta para la superación de crisis, previendo que estas tengan el menor impacto sobre el bienestar y potencial de mujeres y niñas de desarrollar plenamente sus capacidades.
Según cifras de la ENCOVI 2019 (Encuesta de Condiciones de Vida 2019-20) el 44% de la población mayor de quince (15) años en el país es económicamente inactiva. La encuesta refiere que el 49% de esa inactividad se debe a las actividades asociadas con el cuidado del hogar. La categoría “inactiva” encubre una cantidad significativa de trabajo no remunerado que implica una serie de desplazamientos en el territorio para la obtención de recursos y sostenimiento de las cargas familiares. Un dato reciente muestra que las niñas adolescentes dedican 15 horas al día a labores de cuidado (Rosa Paredes, 2020). En este sentido, los pocos análisis que se han hecho en relación con las cargas de cuidado dentro del país, sitúan a las mujeres y niñas en una situación particular de desventaja: si no se comprende la dimensión invisible que implica el mantenimiento y reproducción de la vida, las respuestas tanto de los gobiernos nacionales y locales, como de las agencias de cooperación, no serán suficientes, esto también incluye las respuestas que desde el ámbito de la movilidad y el transporte público vamos a necesitar, en un contexto de crisis de gasolina y una pérdida del parque automotor de más del 80%, que sitúa a mujeres y niñas en vulnerabilidad respecto a sus opciones educativas y profesionales.
El día de hoy, abogamos por que la bicicleta sea vista como un elemento importante y como estrategia barata y viable de recuperación para la movilidad de las y los venezolanos, por leyes que resguarden y fomenten que más niñas como Val, se conviertan en mujeres que puedan valerse de la bicicleta para desarrollar su seguridad y autoconfianza, así como su independencia en todas las dimensiones posibles.
La emergencia sanitaria por el COVID-19 ha traído consigo nuevos retos a la capacidad institucional para dar respuesta a las diferentes necesidades que atraviesan las personas, en ese sentido, consideramos relevante agregar al análisis de la situación venezolana elementos de la movilidad cotidiana para generar una base de conocimiento más amplia sobre los patrones de movilidad, comportamientos y necesidades de las mujeres y niñas, abriendo un campo de acción más preciso para el activismo por el derecho a la movilidad de las mujeres, que habilita el acceso a otros derechos, así como el derecho a la educación, al trabajo y a la ciudad.